El 3 de enero de 1983, Luc Montagnier, analizaba un virus desconocido a partir de la biopsia de un ganglio de un  paciente. “Al cabo de algunos meses se dio cuenta que estaba en los umbrales de un descubrimiento, El sida.

Unos pocos años antes se desencadenaban muertes inexplicables y el pánico se apoderaba de algunos grupos bien definidos. “La peste rosa” hacía su aparición. Los profesores Françoise Barré-Sinoussi, hoy de 63 años, y Luc Montagnier, de 78, ambos investigadores en el Instituto Pasteur, comenzaron a estudiar la causa de estas muertes  y aislar el agente transmisor.

A 30 años de aquel primer diagnóstico, pocas patologías han tenido un ciclo tan intenso en la historia de la medicina. En estas décadas pasó de ser un diagnóstico terminal a ser una enfermedad crónica con la cual se puede convivir y controlar.

El Sida muestra como la sociedad es capaz de neutralizar o acrecentar las consecuencias del virus. Se lo puede combatir con prevención o alimentar con discriminación e indiferencia.

Si bien la ciencia adelantó en forma magistral dando respuesta con tratamientos eficaces, fueron las organizaciones sociales las que levantaron la bandera de la prevención  y acompañamiento derribando la discriminación como efecto nocivo.

De diversas maneras la creatividad se pone al servicio del buen vivir y ONGs como RockandVida plantan escenarios en cualquier punto de Argentina para vestirlo con recitales, spots, cortometrajes, y desplegar una fiesta en la que es imposible mantenerse al margen.

Son muchas las causas pendientes que  aún quedan a 30 años del primer diagnóstico, pero la batalla esta casi ganada, mientras las conciencias colectivas sigan en la búsqueda  de implementar cero estigma , cero discriminación y cero muertes relacionadas por el Sida

 

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