Una investigación realizada por la Agencia de Salud Pública de Francia reveló la importancia de reducir la contaminación ambiental, especialmente en las grandes urbes.

Paris

Los números son precisos y dan una idea de la magnitud del problema: 48.000 personas cada año (8.000 más que en estudios precedentes) mueren prematuramente en Francia a causa de la contaminación atmosférica.

Según los expertos, se convirtió en la tercera causa después del tabaco y el alcohol: “las micropartículas penetran en el aparato respiratorio y de ahí van a la corriente sanguínea; producen problemas respiratorios, pero también favorecen enfermedades cardiovasculares y el desarrollo de cáncer, sobre todo de pulmón”, advierten.

El nuevo análisis difundido en las últimas horas contó con datos de 2008 y señala como principal causante del perjuicio para la salud a las partículas finas PM2,5 (las menores de 2,5 micrómetros de diámetro), justamente las que convierten al diésel en un combustible especialmente dañino.

“Si el conjunto de los ayuntamientos lograra reducir las partículas finas al mismo nivel que las poblaciones menos contaminadas, se podrían evitar 34.000 muertes cada año, con una ganancia de esperanza de vida de nueve meses. Ese es el mensaje más positivo de nuestro estudio”, aseguraron.

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El aire de la Ciudad de Buenos Aires ya no es “saludable”. Aunque todavía no constituye una “emergencia ambiental”, va camino a eso: el aire de la Capital Federal está cada vez más irrespirable.

Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) midió el impacto de las partículas MP10 y MP2,5 en más de 3.000 ciudades del mundo, incluyendo a la Ciudad de Buenos Aires: los resultados no son tan esperanzadores.

Estas dos partículas “contienen sulfato, nitratos y carbono negro” y son las más peligrosas para la salud pública, “incrementando el peligro de accidentes cerebro-vasculares, cardiopatías, cáncer de pulmón y enfermedades respiratorias, como asma”. En la Capital Federal se encuentran un 30% por encima de los “valores normales”.

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