Las dudas sobre la política migratoria propugnada por Angela Merkel comienzan a hacer mella en el panorama socio-político alemán.

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Un solicitante de asilo sirio fue detenido este último domingo por matar con un machete a una mujer en la localidad de Reutlingen, en el estado de Baden Würtemberg y herir a otras dos personas. Según la policía, el hombre tenía antecedentes por peleas callejeras y creen que, lejos de vincularse con un ataque terrorista, puede tratarse sólo de un caso de violencia de género.

El mismo día, en otro lugar del país, un hombre de 27 años se detonó a la entrada de un festival de música: también era un refugiado sirio. En Ansbach (Baviera), hirió a una decena de los cuales hay varios grave.

Según Joachim Herrmann, titular del Ministerio del Interior, en el celular del atacante encontraron un video: “Una primera traducción del mismo, ya que se muestra hablando en árabe, testifica su compromiso con Abu Bakr al-Baghdadi, del Estado Islámico, y afirma que constituye un acto en nombre de Alá y en venganza contra los alemanes”.

Asimismo, las autoridades confirmaron que había estado viviendo en Alemania durante los últimos dos años: hace doce meses atrás se le había negado asilo pero no fue deportado por tener problemas mentales. Había querido suicidarse en dos oportunidades.

Alemania, hasta el momento intocable para el Estado Islámico (ISIS) pese a las reiteradas amenazas, se volvió en los últimos días un lugar mucho más vulnerable: el medio les golpeó la puerta y la política de “brazos abiertos” del gobierno de Merkel comenzó a perder popularidad.

Estas dos últimas muertes llegaron justo cuando el país bávaro todavía no se había repuesto de la angustia sufrida el viernes en Munich, cuando un joven alemán de 18 años mató a nueve personas en un centro comercial y se quitó la vida.

Unos días antes, para colmo,  un joven refugiado de 17 años murió en manos de la policía alemana tras atacar a varios pasajeros en un tren: la investigación terminó confirmando que tenía afinidad con la organización terrorista islámica.

Con la extrema derecha esperando agazapada, blandiendo a viva voz consignas xenófobas, y una población cada vez más grande de refugiados viviendo en un clima continuo de sospecha: ¿cuanto más podrán aguantar los “buenos” sentimientos de acogida y respeto por este gran “Otro” antes de convertirse en persecución indiscriminada?

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