El fútbol argentino sigue dando la nota: campeonatos mal armados y abundancia de jugadores que duran poco en los clubes junto a técnicos sin tiempo para trabajar.

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El clásico tenía todos los condimentos necesarios para que la prensa se revuelva en la dicha: el mal andar de Racing e Independiente hacía suponer que uno de los dos entrenadores se iría inmediatamente tras el partido dependiendo del resultado.

La arrolladora victoria “académica” dejó en la cuerda floja a Gabriel Milito: el técnico amenazó con irse, la dirigencia lo retuvo y los hinchas lo respaldaron agarrándosela exclusivamente con los jugadores.

Tras ese encuentro, el panorama se invirtió: Racing no ganó ninguno de los tres partidos que quedaban, Ricardo Zielinski volvió a estar en el ojo de la tormenta y, sorpresivamente, renunció el domingo por la tarde. El “Ruso” sólo dirigió 14 partidos (seis victorias, dos empates y seis derrotas) con un plantel que no armó y poco tiempo para trabajar.

Gabriel Milito fue preso de otro impulso: después de hilar dos triunfos importantes, la caída por 1 a 0 ante Banfield en el “Libertadores de América” lo sacó del club. Sin mediar demasiados argumentos, anunció que dejaba su cargo. El ídolo del “Rojo” ya estaba armando la pretemporada y delineando los refuerzos luego de casi cinco meses de trabajo.

La vorágine, el exitismo y la constante presión se cobraron sin pudor el puesto de dos entrenadores de equipos grandes en menos de 24 horas. ¿Y si cada vez que se baraja y da de nuevo se pierde más de lo que se gana?

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