El periodista Patricio Eleisegui accedió a datos publicados por una revista internacional en el que revelan que toda la cuenca del Paraná está contaminada con insecticidas.

El material, publicado por la revista internacional “Environmental Monitoring and Assessment”, confirmó lo que varios científicos temían: las aguas y el lecho del Río Paraguay y del Río Paraná “presentan grandes concentraciones de insecticidas como el endosulfan (de uso prohibido en el país desde 2013), la cipermetrina y el clorpirifos”.

Según el estudio, que retoma el periodista en su nota de A24, “los altos niveles de plaguicidas constatados en agua y sedimentos tienen como causa la utilización de estos productos para la práctica agrícola en todos los territorios que atraviesa principalmente el Paraná”.

“La agricultura intensiva aporta cargas significativas a los afluentes en los tramos medio e inferior y estos luego llegan al curso de agua principal. A pesar de que hay diluciones y descargas, el nivel de concentración es tal que los productos se pueden detectar en la corriente de agua. Estos hallazgos exponen la necesidad urgente de regular la aplicación de pesticidas en la cuenca”, agregaron.

En diálogo con Eleisegui, el especialista del CONICET, Damián Marino, señaló: “Vivimos en un país agroproductivo en el que todos los años se vierten al ambiente millones de litros de plaguicidas. Y también hay que comenzar a promocionar seriamente políticas de producción sostenibles como la agroecología”.

  • Algunos datos adicionales:
  1. Las concentraciones de endosulfan, cipermetrina y clorpirifos son las cuantitativamente más relevantes. En cada caso, sus niveles de presencia son superiores a los recomendados para la seguridad de la vida acuática.
  2. Los resultados provienen de muestras tomadas en 2010 y 2012 en 22 puntos diferentes de las cuencas mencionadas.
  3. El trabajo contó con la colaboración de Prefectura Nacional, que aportó su logística y el buque Luis Leloir para el traslado y desempeño de los científicos.

Vale la pena recordar que, en la primera parte del estudio difundida en julio de 2016, ya se había informado de la gravedad del asunto: “Se detectó sulfuro y el problema es que opera como un agente que no permite la degradación normal a través de microorganismos. La falta de oxígeno que origina el vínculo entre el glifosato y el sulfuro hace que el herbicida perdure en el tiempo. La ausencia de organismos que oxiden, derivada de esta combinación que hallamos en los lechos, hace que el glifosato siga acumulándose”, señaló Marino en ese momento.

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