Hace algunas semanas llegaron dos enviados del Vaticano a Mendoza, Dante Simón y Juan Martínez, para ayudar a investigar y hacer un sumario interno sobre los sucesos ocurridos en el Instituto Antonio Próvolo de Luján de Cuyo.

Allí, más de 60 los ex alumnos que denunciaron haber sido abusados por los curas Nicola Corradi y Horacio Corbacho, el monaguillo Jorge Bordón, los dos empleados administrativos, José Luis Ojeda y Armando Gómez, y la monja Kumiko Kosaka.

Sin embargo, las directrices de la Iglesia Católica parecen estar lejos de los intentos de establecer una verdad, castigar a los eclesiásticos implicados en los casos y exigir una condena justa: las declaraciones públicas corren en el sentido contrario.

Simón, uno de los dos enviados, trató de “suavizar” lo acontecido en diálogo con el medio “Mendoza Post”. En esta línea, y en referencia a otros casos en los que ha intervenido, apuntó: “Hay personas despechadas. Por ejemplo, una chica, un chico… se enamora de un sacerdote, y éste no le responde. Tan despechado puede ser el varón como la mujer. Entonces, lo denuncian”.

Por último, en referencia a uno de los curas abusadores, señaló: “Padre Corradi sigue siendo padre. Corrupto, santo, qué sé yo. Hasta que se muera va a ser sacerdote. Nunca va a dejar de serlo”.

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