El lunes por la noche, un hombre se hizo detonar en las puertas del Manchester Arena mientras miles de niños, adolescentes y adultos salían de un show de la cantante norteamericana Ariana Grande.

Desde un primer momento la policía local aseguró que la pista firme apuntaba a un ataque terrorista y, el martes por la mañana, la primera mandataria británica, Theresa May, lo confirmó.

Algunos minutos más tarde, el Estado Islámico (ISIS) proclamó su autoría: a través de Telegram, señalaron que “un soldado del califato” perpetró el ataque que por el momento dejó 22 muertos y decenas de heridos.

El comunicado, que después fue traducido al inglés, afirma que el hombre “depositó en el lugar artefactos explosivos” matando a “30 personas” en respuesta a “las transgresiones en tierras musulmanas”. “Lo que vendrá será más severo”, advirtieron.

Vale la pena recordar que, cuatro horas antes de la explosión, un británico simpatizante del extremismo islámico había celebrado de antemano el “terror” que se iba a desatar en el lugar. Twitter, por su política de privacidad y control, bloqueó al usuario.

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