Con esa consigna marcharon el último jueves más de 10.000 personas por las calles de Hamburgo: como se preveía, todo terminó en corridas, gases lacrimógenos, pedradas, heridos y detenciones.

En general, este tipo de reuniones, como la del #G20, se hacen en ciudades más pequeñas para evitar manifestaciones de gran escala: el traslado exclusivo de tanta gente se hace casi imposible.

Sin embargo, el gobierno alemán decidió emplazarla en Hamburgo por “cuestiones de seguridad” y el tiro le salió por la culata: ya van dos días días de enfrentamientos constantes entre la policía y los manifestantes.

Luego de que Angela Merkel calificara las protestas como “inaceptables”, las autoridades apuntaron directamente contra el movimiento anarquista “Black Block” al señalar que son ellos quienes están “detrás de los desmanes y la violencia”. Este grupo es conocido por llevar capuchas y pasamontañas: sus integrantes suelen estar vestidos íntegramente de negro.

La ciudad está completamente blindada y las 500.000 personas que viven en la “zona de exclusión”, es decir, los lugares donde se alojan las delegaciones, quedaron prácticamente confinadas en sus casas.

En un saldo provisorio, se cree que más de un centenar de manifestantes resultaron heridos en los enfrentamientos, algunos de ellos se encuentran en condiciones críticas, y que un número parecido de miembros de las fuerzas de seguridad también debieron ser atendidos: la intensidad de las protestas es tal que la policía tuvo que pedir aún más refuerzos para garantizar la seguridad.

Este viernes, “militantes antiglobalización y anarquistas” – siempre según medios locales – incendiaron decenas de automóviles, trataron de “copar” el puerto, el centro de prensa internacional y de bloquear el paso a los miembros del #G20: la represión fue feroz.

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