? Foto: Josh Edelson (AFP)

“No debemos equivocarnos: este es un evento serio, crítico y catastrófico”, aseguró Ken Pimlott, Director de Incendios de California, el último miércoles. No se equivocaba.

Los incendios forestales están devastando buena parte del estado norteamericano, quemando a su paso todo lo que encuentran, desde parques a barrios enteros: el fuego está, incluso, cercando las ciudades de San Francisco y Los Angeles.

La escala de muerte y destrucción no tiene precedentes, dicen las autoridades: hasta el momento se confirmó la muerte de 31 personas y hay cientos que se encuentran desaparecidas. Alrededor de 190.000 acres quedaron reducidos a cenizas, un área similar a la de la ciudad de Nueva York.

Si a todo esto le sumamos las miles de casas y negocios que perecieron bajo las llamas, el panorama es desolador. “Todos estamos sufriendo un trauma, vamos a tardar mucho tiempo en recuperarnos de todo esto”, advirtió Chris Coursey, alcalde de la ciudad de Santa Rosa, una de las más afectadas por el fuego.

Robert Giordano, sheriff del condado de Sonoma, resumió la situación en un puñado de palabras: “De algunas personas pudimos recuperar el cuerpo intacto; de otros solo quedaron huesos y cenizas”.

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