La IX cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) se extenderá hasta el jueves pero arrancó más que movida en los primeros días: el gobierno se vio envuelto en un escándalo diplomático de carácter internacional, debió retractarse y pedir disculpas.

Argentina se convirtió en el primer país que le prohibió la participación a integrantes históricos de la OMC, que tiene como función debatir y definir las reglas de comercio global.

La situación estalló el último viernes, con las deportaciones de la periodista británica Sally Burchy y del dirigente de una organización noruega, Petter Titland. Después de cruces diplomáticos, excusas en torno a la seguridad esgrimidas por funcionarios locales y ecos en la prensa internacional, el gobierno terminó permitiendo la entrada de ambos.

En este marco convulsionado, Mauricio Macri brindó el discurso inaugural este último domingo, donde manifestó que el encuentro “es una oportunidad para renovar el compromiso con el sistema multilateral del comercio. Es un claro gesto de apoyo al objetivo compartido de un comercio justo, con reglas claras”.

“Desde su creación fue una fuente central en el crecimiento y el desarrollo, pero sabemos que los beneficios no alcanzaron a todos. Vivimos una época de profundas transformaciones globales y es responsabilidad de todos afrontar los desafíos del siglo XXI y convertirlos en oportunidades. La Argentina quiere contribuir y creemos que sólo se puede lograr trabajando juntos a partir de una mayor interconexión de nuestras economías”, remató.

Sin embargo, pese a las dificultades, por ahora el mandatario argentino se anotó “un poroto” a su favor: en una reunión reservada, acordó con los presidentes de los países miembros del Mercosur – Michel Temer (Brasil), Tabaré Vázquez (Uruguay) y Horacio Cartés (Paraguay) – sellar una estrategia común frente a la Unión Europea (UE), uno de sus principales anhelos.

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