A lo largo de las últimas décadas, muchos países del mundo empezaron a enfrentarse a un problema que parece haber llegado para quedarse: la falta de agua. Los veranos europeos, por ejemplo, pasaron del derroche a la administración controlada y la concientización de la población en general con el correr de los años.

En la Argentina todo esto parece aún lejano pero las alarmas empiezan a sonar a lo lejos: Según el Instituto Mundial de Recursos Hídricos, se encuentra entre los países que enfrentarán problemas hídricos para el 2040.

Científicos del MIT alertaron a la ONU que, para mediados de este siglo, más de la mitad de la humanidad vivirá en áreas donde el agua no será fácil de adquirir.

¿Los motivos? El crecimiento galopante de la población mundial que aumentó drásticamente su consumo y, por supuesto, el cambio climático que acelera los ciclos hidrológicos haciendo más húmedos los lugares húmedos y más secos los secos.

No obstante esto, los expertos sostienen que con mayor educación en torno al problema y una serie de medidas se pueden paliar fácilmente sus efectos negativos: por un lado, la base es medir bien el uso del agua y cobrarla más cara; por el otro, empezar a administrarla mejor, incluida el agua del luvia.

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