Una casa de ladrillos rojos, tan típica y tan británica, también puede convertirse en una zona de operaciones peligrosa: en tal cosa se convirtió el hogar de Sergei Skripal en Salisbury, mientras los investigadores intentan entender en dónde se produjo el contacto entre el ex espía ruso, su hija y el agente nervioso que los mantiene internados.

Con mucha cautela y sin dejar que nadie ajeno entre a la misma, la policía mantiene acordonada y vigilada la casa desde hace tres semanas: buscan en puertas, ventanas, pestillos, teclados de computadora y paredes si fue allí donde se produjo el contacto con el “novichok”.

Aunque los agentes indicaron que tardarán bastante tiempo en poder confirmar realmente qué fue lo que pasó, especulan que la forma más factible en que habría entrado el “veneno” en sus cuerpos es a través de las puertas del BMW que los trasladaba, de la casa o hasta por el sistema de ventilación del auto. También sugirieron que fue Yulia Skripal quien pudo haberlo traído, sin saberlo, en una de sus valijas al regresar de Rusia.

El domingo 4 de marzo, Serguei Skripal (66) y su hija Yulia, de 33 años, fueron hallados inconscientes y en gravísimo estado en un banco del centro comercial ‘The Malting’ en Salisbury, Inglaterra. Ambos terminaron internados en terapia intensiva: con pronóstico reservado, padre e hija todavía se mantienen en esa condición.

Al día siguiente del hecho, la Policía Antiterrorista Británica informó que Skripal y su hija fueron envenenados “intencionadamente con el propósito de causar la muerte” con un agente nervioso. Expertos determinaron que la sustancia, de la que se han encontrado trazas en un restaurante y un pub, es del tipo “Novichok”, fabricada por Rusia.

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