De Tartagal a Choele Choel. El viaje que le truncó la vida en 2011 a Daniel Solano terminó siendo la ruta de cabecera de su papá; el primero fue en busca de trabajo, el segundo en busca de su hijo.

Siete años después murió Gualberto Solano, intentando todavía encontrar el cuerpo de su hijo y esperando la condena para los siete policías involucrados en su desaparición.

Durante todo este tiempo, el salteño acampó en el Valle Medio de la Provincia de Río Negro ante las inclemencias climáticas y judiciales: ante las injusticias y la falta de respuestas, se encadenó y realizó huelgas de hambre, reclamando saber qué habían hecho con su hijo.

Daniel Solano, de 25 años en 2011, recorrió aquel año casi 2.300 kilómetros en plan de trabajo. Proveniente de la comunidad Misión Cherenta, de Tartagal (Salta), era su tercera temporada en la comarca del Valle Medio como trabajador “golondrina”: sueldos en negro y condiciones laborales deplorables. El 10 de octubre había llegado para comenzar con las primeras tareas en los montes de manzana en una frutícola de Lamarque.

La noche del 5 de noviembre, Solano fue con un grupo de trabajadores norteños a un boliche de Choele Choel; pasadas las 3 fue retirado por la policía y nunca más se lo vio.

Su desaparición tiene muchas aristas, que se entremezclan: la cooperativa que traslada a los trabajadores golondrina a la zona de  explotación  y que funciona como empresa de servicio de grandes compañías frutihortícolas, la policía provincial que funciona como  fuerza de choque de  las grandes empresas locales, pésimas condiciones de trabajo, amenazas y salarios bajos y en negro.

Los detalles de lo que ocurrió esa noche en el boliche Macuba, el traslado de Daniel, el cambio de auto, los golpes y la desaparición, se están ventilando en la etapa oral y pública del juicio, que se está realizando en estos momentos en un Tribunal de General Roca.

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