La crisis migratoria viene resquebrajando los cimientos de la Unión Europea (UE): el florecimiento de un cierto nacionalismo mezclado con xenofobia en numerosos países sumado a las críticas internas en torno a quienes asumen “los costos” de recibir a los refugiados son parte de los “grandes temas” que dominan la agenda geopolítica del “Viejo Continente”.

La cuestionada negativa de las autoridades italianas de socorrer a los migrantes que día tras día aparecen en las aguas del Mar Mediterráneo llevó a plantear la posibilidad de financiar y erigir un gran centro de refugiados en el norte de África para “devolverlos” allí hasta que se les pueda realizar un “monitoreo” y ver si son “aptos” para ingresar a la eurozona.

Sin embargo, la idea parece estar desbaratándose: Dimitris Avramopoulos, un alto funcionario del área migratoria de la UE, reconoció que, hasta el momento, ningún país africano aceptó que se utilice su territorio para ello. “Tampoco les hemos ofrecido una propuesta concisa”, matizó luego.

Más allá de que Algeria, Egipto, Libia, Túnez, Niger o Marruecos terminen aceptando una “intensificación en la cooperación” -así es el nombre que le han dado las autoridades europeas- , aún faltarían muchas trabas políticas, prácticas y legales que sortear para que se materialice.

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