Mientras las autoridades locales miraban para otro lado, miles de simpatizantes de Jair Bolsonaro invadieron el último domingo el Palacio del Planalto, donde funciona la presidencia, así como las sedes de los poderes Legislativo y Judicial: una vez ingresados en el Planalto cargaron contra muebles, decorados y obras de arte.

La situación se volvió preocupante con el correr de los minutos pero empezó a destrabarse, entre otras cosas, por el fuerte repudio internacional que generaron: Estados Unidos, Francia, Rusia, Italia y China, además de todos los países de la región, salieron rápidamente a condenar lo que acontecía.

Desde Araraquara, en el interior de San Pablo, Lula fustigó a los “vándalos nazis” que desataron la “barbarie en Brasilia” y, tras apuntar directamente contra el ex mandatario, prometió que los responsables serán identificados y detenidos. Y, en un movimiento clave, ordenó la intervención federal de la seguridad ante las actitudes poco activas de la policía de Brasilia.

“La situación en Brasilia está controlada”, afirmó este lunes en un mensaje en sus redes sociales el interventor federal en el Distrito Federal, Ricardo Cappelli, que será responsable por la seguridad en la capital brasileña al menos hasta el 31 de enero.

Vengo a informar que más de 400 personas fueron detenidas y pagarán por los crímenes cometidos, trabajamos para identificar a los que participaron de los actos terroristas“, aseguró el gobernador de Brasilia, Ibaneis Rocha.

Los detenidos fueron llevados a las sedes de la Policía Civil de Brasilia luego de que Rocha echara de su cargo al secretario de seguridad de la capital, Anderson Torres, exministro de Justicia de Bolsonaro, acusado de liberar la zona. Vale la pena recordar que Rocha es un aliado de Bolsonaro y hoy le pidió “disculpas” a Lula por lo sucedido.

🇧🇷 Lula recorriendo los lugares que fueron tomados y luego vandalizados por los seguidores de Jair Bolsonaro

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