Por los 1.127 muertos y más de 2.500 heridos en Bangladesh tras el derrumbe de un edificio que contaba con varias fábricas textiles en su interior; las empresas del sector se han visto acorraladas por la opinión pública y los consumidores ante las desastrosas condiciones en el que trabajan los empleados.

El derrumbe del Rana Plaza, edificio devenido en fábrica en las cercanías de Dacca, en donde murieron 1.127 personas y 2.500 resultaron heridas, incluso con decenas de personas mutiladas, se ha convertido en la piedra en el zapato para las empresas textiles. Más de un millón de personas han firmado diversas peticiones exigiéndoles que asuman mayores responsabilidades, así como también la opinión pública se ha cernido sobre ellas.

H&M, Inditex, C&A, PVH, Tchibo, Tesco, Marks & Spencer, Primark, El Corte Inglés, Mango, Carrefour, Mothercare, Loblaws, Sainsbury’s y Benetton son algunas de las empresas que han firmado un pacto de cooperación tras la tragedia de Bangladesh. En una reunión prevista de antemano en Alemania, firmaron un pacto en el que se incluye el compromiso de costear las reparaciones requeridas en inspecciones independientes que se llevarán a cabo en todos los establecimientos y su resultado será público, así como también un acuerdo para mejorar la seguridad de los trabajadores y contra los incendios.

Según el escrito aprobado, la idea es que “ningún trabajador tema incendios, derrumbes de edificios u otros accidentes que pueden ser prevenidos con unas medidas de seguridad y de salubridad razonables”. La implementación de las resoluciones del pacto serán supervisadas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el mismo organismo que tendría que haber supervisado antes del derrumbe las condiciones de trabajo de los más de cuatro millones de bengalíes que se desempeñan bajo las peores condiciones en la industria textil.

Las empresas norteamericanas Gap y Walmart, gigantes del sector, han quedado por ahora por fuera del acuerdo, ya que exigen distintos cambios en los términos del pacto.

Pero lo que parece un salto adelante en las condiciones laborales de los trabajadores textiles no deja de ser más que una mera lavada de cara pública por parte de los popes de la industria textil. No sólo porque se limitan a “mejorar las condiciones de seguridad y contra incendios” y a costear las reparaciones que señalen los “inspectores” designados, sino que el ámbito de aplicación del acuerdo se limita sólo a Bangladesh. No sé hace referencia a las condiciones laborales en otros países ni a la explotación de menores, ni las más de doce horas de corrido que deben trabajar los empleados por sueldos de miseria; sobre todo en una industria que es tan dinámica, ya que va corriendo sus lugares de producción en base a la mano de obra más barata que encuentre en el mercado sin importar en qué lugar del mundo sea.  

Hoy puede ser Bangladesh, mañana Sudáfrica o Bolivia. De hecho, cuando los costos de mano de obra comenzaron a subir en China, estas mismas empresas fueron las que se trasladaron rápidamente a Bangladesh para no perder sus exorbitantes beneficios. Una decena de trabajadores disponibles (que en los países pobres se pueden escoger de a miles), algunas máquinas de coser y un techo: eso sólo alcanza para su re-instalación. En los últimos seis meses, han muerto más de 1.700 trabajadores textiles en Bangladesh.  

La industria textil, que vive a destajo de la más cruel explotación laboral, tanto de hombres como de mujeres y niños, intenta ahora remediar algunas de las consecuencias que ella misma generó. Y de ahí la limitación espacio-temporal de la “reparación de costes”, en la medida en que se crea que eso efectivamente sucederá: lo seguirán haciendo de la misma manera, en otros momentos y en otros países. No les importan los más de mil muertos más que como costos innecesarios del proceso de producción, más que como imagen negativa para las empresas.

 

 

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