En su discurso de inauguración del nuevo edificio de la biblioteca del Colegio Nacional de La Plata, Cristina Kirchner levantó polémica con sus dichos sobre los desaparecidos. “Hoy nadie puede desaparecer de ningún lado”, afirmó.

En medio de un acto en el que Cristina Kirchner inauguraba el nuevo edificio de la Biblioteca del Colegio Nacional de La Plata, la Presidenta soltó: “Hoy nadie puede desaparecer de ningún lado. Estamos todos vivitos y coleando, diciendo lo que pensamos”.

Y además agregó: “Miedo era lo que teníamos nosotros en 1976, ese miedo que tenés en la boca del estómago y que no te deja pensar. Era el miedo a desaparecer”.

Pareciera que, por un momento, Cristina Kirchner se empeñara en olvidar que también en democracia ha habido desaparecidos e, incluso, muchos de ellos durante su gobierno y el mandato de su marido.

Probablemente no se haya puesto a pensar en el miedo que habrá sentido Luciano Arruga, adolescente desaparecido desde el 31 de enero de 2009, en el momento en que fue interceptado, golpeado y secuestrado por la policía bonarense en Lomas del Mirador. Vanesa, la hermana de Luciano, en declaraciones al periódico Mu, aclaró los tantos: “En un momento comprendimos que Luciano no iba a aparecer con vida. Buscamos el cuerpo. Pero si los policías siguen en funciones, ¿puedo pretender que mi hermano aparezca? La falta de compromiso del sector político los hace cómplices también de la desaparición. Son los que implementan políticas para matar a los pibes de los barrios pobres. Pensar en encontrar el cuerpo sigue siendo una utopía con estos personajes nefastos del sistema político y judicial”.

Tampoco habrá pensado en Jorge Julio López, quién luego de declarar en la causa en donde se condenó por genocidio a Miguel Etchecolatz, y tras involucrar a más de 62 policías y militares, fue desaparecido sin dejar rastros el 18 de septiembre de 2006 en la misma Ciudad de La Plata. López, que ya había sido detenido ilegalmente y torturado en diversos centros clandestinos durante la última dictadura militar, no pudo sobrevivir a la democracia.

Menos aún pensó en la suerte que corrió Daniel Francisco Solano, desaparecido un 5 de noviembre de 2011, quién fue retirado a los golpes de un boliche de la ciudad ChoeleChoel por policías pertenecientes al grupo BORA para darle un escarmiento por una huelga que llevaría adelante y que se les habría “ido de las manos”.

No se acordó de María Cash ni de Marita Verón, así como tampoco de las miles de víctimas de trata las cúales desconocemos su nombre. Ni hablar de los miles de chicos de barrios pobres que son sistemáticamente maltratados y torturados en las comisarías de todo el país. Tampoco recordó a Miguel Bru, desaparecido en La Plata en 1992; ni a los desaparecidos del copamiento de La Tablada en 1989, bajo la presidencia de Raúl Alfonsín.

Asociar los desaparecidos y la desaparición exclusivamente al período que va de 1976 a 1983 puede ser peligroso. No sólo porque la Triple A ya desaparecía gente antes del 76’, ni porque desde el Operativo Independencia en Tucumán (1975) se sistematizó el hacer desaparecer desde las Fuerzas Armadas y el Estado; sino porque esas tecnologías de muerte no se han olvidado y forman parte del acervo de conocimiento de las fuerzas represivas; y, por ende, continúan ahí, latentes.

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