Ya se volvió moneda corriente en los grandes medios de comunicación que la pandemia de coronavirus agudizó la crisis económica que acarreaba la Argentina desde hace años y que, además, “visibilizó” sus desigualdades estructurales y crónicas. Sin embargo -y a pesar del énfasis puesto por las autoridades en la consigna de “quedarse en casa”– poco se habla del panorama desolador de aquellos que ni siquiera tienen lo mínimo indispensable: los que están en situación de calle.

La respuesta deficiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) no es nueva pero en los últimos meses se viene pagando con lágrimas y vidas: desde personas desalojadas de hoteles familiares que terminan muriendo en la calle a pesar de reiterados llamados al 108 de los vecinos al reciente caso de una mujer prendida fuego y asesinada sin piedad debajo de la autopista, la desidia estatal es la norma.

A pesar de que se llevó adelante el “Operativo Frío” y hubo spots publicitarios promocionando la entrega de frazadas y kits de higiene, las distintas organizaciones sociales sostienen que en ninguna “ranchada” se encontraron con viandas o elementos sanitarios brindados por la administración de Horacio Rodríguez Larreta.

Pero hay gente que se organiza y sí se preocupa por ellos. “Sopa de Letras” trabaja desde el 2009 asistiendo a las personas que se encuentran viviendo en la calle: hoy entregan en promedio 350 bolsones semanales en territorio porteño y sostienen que aumentó el número de gente sin techo.

Nosotros asistíamos y acompañábamos a más de 200 personas antes de la cuarentena, actualmente estamos acompañando y asistiendo a más 400 personas. Muchas fueron desalojadas de hoteles, sin respetar el decreto 320 dónde indica que en durante el aislamiento social y obligatorio no se pueden producir desalojos”, cuenta Bárbara Alegre, responsable del programa e integrante de la Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle.

Desde hace más de diez años trabajamos de la misma manera y en términos generales en cuarentena no ha cambiado: se llega a nuestro ‘centro de acción’, se prepara la comida, se preparan las infusiones, los pedidos de ropa y una vez a la semana los kits de higiene y los bolsones de mercadería. Lo que hemos agregado son kits sanitizantes con guantes, barbijos alcohol en gel y alcohol rebajado con agua”, precisa.

En el día a día los voluntarios sí han tenido que modificar drásticamente sus hábitos y conductas. Además de pasar por la carpa sanitizante al ingresar y salir del lugar, es obligatorio utilizar guantes, máscara facial, barbijo y camisolines de protección: “Esto es sumamente importante para cuidarnos nosotros y sobre todo a cada persona en situación de calle: ellos no tienen agua para lavarse las manos ni baños, algo básico que se encuentra en cada casa. De hecho muchos de los lugares donde usualmente sacaban agua y utilizaban para ir al baño están cerrados. Esto nos preocupa y mucho. En una de las últimas recorridas, un joven directamente prefirió no comer la sopa que le llevamos porque después no tenía un lugar en donde hacer sus necesidades”.

En este contexto tan adverso, aquellos que caminan los distintos barrios porteños acuerdan en que uno de los motivos salientes por los que la cantidad de gente sin hogar creció en este último tiempo de manera alarmante se debe a los constantes desalojos ilegales y a que el subsidio habitacional se volvió prácticamente inaccesible.

Por un lado, para realizar el trámite hay largas colas desde temprano porque se atiende de manera espontánea y sin prioridades; por el otro, los requisitos de otorgamiento quedaron sumamente alejados de la realidad: a pesar de que la ley 3.706 establece que para acceder a la prestación no es necesario estar en la calle, sino también estar en riesgo de estarlo, dicho criterio no se cumple.

Como si esto fuera poco, los paradores tampoco suelen ser una buena opción. La mayoría de los que han pasado por alguno no ha tenido buenas experiencias y, en medio de la pandemia, directamente los han evitado.

? Donde el Estado decide no llegar o hacer todo a medias, el amor y la solidaridad se acoplan para que la situación no sea todavía peor de lo que es.

En ‘Sopa de Letras’ recibimos donaciones y sostenemos el trabajo gracias a corazones que empatizan con los que menos tienen. Gracias a ellos pudimos en todo este tiempo sostener el acompañamiento de las más de 400 personas en la calle, como así también de las familias que se asisten con los bolsones de alimentos no perecederos, verdura y fruta. Pero también es real que no alcanza, porque cada día nos encontramos con más gente en la calle e incluso nos escriben en las redes personas que están con necesidades y que no tienen nada”, sentencia Bárbara.

Lejos de los discursos “bienintencionados” que circulan por los canales de televisión, por las radios y las redes sociales, todos los que trabajan desde hace años en la calle saben a ciencia cierta que no hacía falta un virus nuevo y potencialmente mortal para “visibilizar” estas situaciones desgarradoras: con levantar la cabeza cuando uno sale a la calle alcanza.

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