Muertes “por un color, solo por un color”: el color del dinero. Con visitantes y sin visitantes o con hinchas “neutrales”, con policía y con seguridad privada. Clubes quebrados; dirigentes y jugadores amenazados; dos técnicos campeones que se van. 2013: el año en el que el fútbol argentino perdió por goleada.

1En el reino de la inmediatez las decisiones se toman de manera apresurada, al calor de lo último y sin pensarlo tanto. Parches que emparchan otros parches más viejos, remiendos que estallan y escombros de algo que supo ser pero que ya no lo es. El fútbol argentino perdió por goleada este 2013 y eso que los partidos los salió a jugar todo atrás.

Se intentó de todo: los primeros seis meses del año se jugó con público visitante reducido a no más de cuatro mil hinchas (excepto en los partidos importantes en donde siempre había más gente de la capacidad permitida) y otros seis meses más sin hinchas visitantes, cuyo corolario fue la consagración de San Lorenzo en Liniers sin su propio público y un torneo al que ni raspándolo pudo sacársele brillo.

En el período que va hasta julio hubo siete asesinatos relacionados por la violencia en el fútbol. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA), en coordinación con los organismos de seguridad, decidieron solucionar el problema y que no se derrame más sangre inútil: prohibición de los visitantes. En los últimos seis meses del año la tendencia se mantuvo: el 2013 cerró con 14 muertes estrechamente vinculadas con la violencia en él fútbol.

La explicación resultaría inverosímil para cualquier espectador extranjero; sin embargo, las luchas faccionales al interior de cada club con la intención de quedarse con una porción del negociado, con pases de jugadores de las inferiores, con plata de las entradas y estacionamiento – cuando no de lo que se recauda en la misma tribuna – así como también con la legitimidad de ser reconocido como “la barra oficial” y acceder al mundo vip de los vueltos políticos e, incluso, convertirse en fuerza de choque; han sido las razones que más se ajustan a los hechos y motivaron buena parte de los asesinatos y enfrentamientos.

Pero explicarlo sólo en términos del “lumpenaje” sería reducirlo a su mínima expresión. Los ilegalismos, la corrupción y la sed de poder y dinero atraviesan todas las aristas de este fútbol en crisis y se conjugan en esos cócteles explosivos que estallan de tanto en tanto.

River - Boca¿Cómo explicar, sino, que clubes que perciben millones y millones de la televisión y pauta publicitaria no puedan cerrar ni siquiera un mes con un balance financiero positivo? ¿O cómo explicar que, salvo tres clubes del fútbol argentino – de paso vale aclarar que entre ellos no hay ninguno de los cinco grandes – el resto adeuda sueldos, primas y aguinaldos de septiembre u octubre?

Sueldos millonarios, aunque pagados salteados, se entremezclan entre los silbidos, aplausos y puteadas hacia cada jugador que va corriendo hacia la pelota y que sabe que, de no hacer “lo correcto”, su carrera podría marchitarse pronto. La tranquilidad no es algo con lo que cuente ningún plantel o cuerpo técnico del fútbol argentino para trabajar, a excepción de que gane un partido, lo que da una semana de milagrosa “tranquilidad”.

Pero ya ni esa regla cuasi universal aplica: Mercier fue golpeado por un “hincha reconocido” en el pasillo del vestuario por no querer entregar la camiseta tras haber ganado un encuentro clave; Luis Zubeldía, después de conseguir más de treinta puntos en el anterior torneo, fue echado de Racing por un par de malos resultados y sólo para que cinco partidos más tarde deba renunciar su sucesor. El neoliberalismo y la productividad por partido caló hondo en el fútbol argentino: los resultados están a la vista a nivel futbolístico, organizacional y también en cómo se manejan las divisiones inferiores.

2El caso de los técnicos campeones también es paradigmático y una clara advertencia de que algo está mal. Primero fue el “Tata” Martino, quien mucho antes de saber si era o no campeón había desistido de continuar más tiempo en esta suerte de ojo del huracán que es el fútbol local: ni unas semifinales de Copa Libertadores ni el ansiado título de campeón del torneo local pudieron torcer su decisión.

Sin embargo, el caso de Juan Antonio Pizzi es todavía más curioso. Campeón con dudas y casi sin querer – tres empates en los últimos tres partidos que sólo se explican en que Newell’s no ganó en las últimas ocho fechas y estuvo a minutos de forzar un desempate – el ex técnico de San Lorenzo se subió a la oferta del Valencia de España, dejando de lado sus vacaciones y sus promesas a la comisión directiva e hinchas. No fue al Barcelona, club del cual cualquier terrestre desearía formar parte. Fue a un club español pero argentinizado: quebrado y con técnicos despedidos en serie.

Indepte IITal vez Messi guarde alguna epopeya bajo el brazo y se traiga, junto a sus compañeros, el Mundial de Brasil y la argentinidad romperá cualquier termómetro. Pero ni con eso, vamos a estar cerca de ser los mejores del mundo.

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