El actual legislador porteño y, por entonces, jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, deslindo responsabilidades y acusó directamente a empresarios y policías de lo sucedido en Cromañon aquel 30 de diciembre de 2004.

Ibarra

A diez años de la tragedia-masacre de Cromañon, Aníbal Ibarra – por entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires – escribió una columna para el diario La Nación explicando su visión en torno a los hechos y a las responsabilidades.

A continuación, reproducimos de manera completa su escrito, titulado “Mi verdad sobre Cromañon“:

“Hoy se cumplen diez años de aquella noche que fue, para muchos de nosotros, el día más doloroso. Creo que es momento de reflexionar sobre lo que ocurrió y hacer un análisis que nunca hicimos.

Las disputas y la utilización política de la tragedia nos han privado de pensar entre todos qué fue lo que pasó, por qué ocurrió y cómo hacer para que no vuelva a suceder.

En estos años se dijeron muchas mentiras y se omitieron muchas verdades.

Esa noche en Cromagnon (un lugar cerrado) entraron -y se dispararon dentro del local- muchas bengalas (también petardos, foguetas de tres tiros y candelas de treinta). Esa noche entró el triple de gente permitida para ese local. Esa noche una de las salidas de emergencia estaba cerrada con candado.

¿Y por qué pasaron estas cosas? Porque la policía -que estaba en el lugar esa noche y todas las anteriores- permitió, con pleno conocimiento, que se ingresaran y dispararan cientos de bengalas en el techo de un lugar cerrado. Porque la codicia empresarial llevó a que vendieran el triple de entradas para poder ganar más plata en una sola noche. Porque los encargados del local cerraron la salida de emergencia con candado, para que no pasara gente sin pagar. Y porque funcionarios de la Policía Federal cobraban coimas para no controlar todas estas cosas. Para mirar para el costado. Estos funcionarios de la Federal, que tenían la obligación legal de evitar que entraran bengalas, de evitar que las tiraran, de controlar que entrara la gente que tenía que entrar y no el triple, que no ingresaran menores de edad, que la salida no estuviera cerrada con candado, veían cómo sucedían todas estas cosas, pero miraban para el costado. Porque recibían plata para no hacer lo que la ley mandaba. Un subcomisario de la comisaría 7a. fue condenado por ello y recibió la pena más alta, apenas inferior a la de Chabán.

Cuando uno pregunta por qué ocurrió lo de Cromagnon, algunos piensan que “por la corrupción de los funcionarios”. Sí, efectivamente hubo corrupción. Pero no de los funcionarios del gobierno de la ciudad. De hecho, no hubo un solo funcionario de la Ciudad condenado (en rigor, ni siquiera acusados ni procesados siquiera) por corrupción. Todos los demás involucrados en la causa fueron condenados por pagar o recibir coimas.

¿Por qué nunca se habló de esto? Porque la intención de algunos sectores políticos, con fuerte respaldo mediático, no era la búsqueda de la verdad, sino quedarse con un gobierno entrando por la ventana, en contra del voto popular (la mayoría de los porteños se oponía a la destitución) y sin esperar los fallos judiciales. Un gobierno que le había ganado dos veces a un modelo de ciudad representado por Cavallo y luego por Macri, que había atravesado la peor crisis económica que recuerde el país, que contaba con altísimos índices de aprobación. Como no pudieron ganar en las elecciones, utilizaron el dolor de personas que habían perdido a sus seres queridos para lograr lo que no podían con el voto popular.

Porque mientras estábamos organizando las tareas de emergencia, coordinando las ambulancias, los listados de víctimas, las camas en hospitales y clínicas, había dirigentes que miraban la tragedia por televisión mientras pensaban cómo sacar ventaja política. Y para esto necesitaban ocultar responsabilidades que no fueran del gobierno de la ciudad e inventar hechos que golpearan al gobierno que yo encabezaba.

Una de las mentiras que se repitieron cientos de veces fue que yo no estuve esa noche. Es falso. Apenas me enteré de la tragedia, sin siquiera información sobre su verdadera magnitud, fui conduciendo mi propio auto a Defensa Civil, donde funcionaba el Centro de Operaciones de Emergencias. Convoqué a todo el gabinete porteño, coordiné y dirigí las tareas de rescate, atención médica, asistencia e información a los familiares, identificación de los cuerpos, ordené la apertura de la morgue de Chacarita porque la de la justicia nacional no podía hacerse cargo, solicité que las clínicas privadas recibieran también a las víctimas.

No estuve en el lugar de la tragedia hablando con los medios, lo cual es bien distinto. Pero mi obligación y la necesidad de la emergencia me obligaban a estar en Defensa Civil, que era lo realmente importante. Esa misma noche hablé con distintos medios desde Defensa Civil y los días posteriores, también. Luego fui a la Legislatura a hablar durante dos jornadas de 12 horas cada una y durante el juicio político.

No mandé a funcionarios de menor rango a dar la cara, hablé yo.

Se dijo que la media sombra y los paneles acústicos que había en Cromagnon estaban prohibidos y que la Ciudad no controló esa ilegalidad. También eso es falso: no había ninguna normativa que impidiera su uso, como tampoco está prohibido usar telones en los teatros ni materiales acústicos en estudios de grabación. Sólo que no debe arrojarse pirotecnia contra ellos.

Otra mentira que se dijo fue que el SAME actuó mal, que faltaban ambulancias o que no había insumos suficientes. Incluso, se iniciaron causas judiciales para acusar al SAME y a todos los funcionarios por el manejo de la emergencia y la asistencia posterior a las víctimas. Sin embargo, la Justicia, en todas sus instancias y por unanimidad, con el informe de peritos independientes, dijo que la actuación del SAME, de los médicos, enfermeros y funcionarios fue correcta. En otro país o en otras circunstancias, les hubieran brindado un reconocimiento o dado una medalla. Aquí, por la intencionalidad de quienes querían aprovechar políticamente la tragedia, los médicos tuvieron que ir a los tribunales.

Esa noche se salvaron muchísimas vidas gracias a la actuación del SAME y de todo el sistema público de salud, que hizo más de 900 derivaciones en menos de una hora.

Días después de la tragedia me encontré con familiares y sobrevivientes, en pequeñas reuniones en las que pudimos intercambiar pareceres, dolores y pudieron preguntarme y decirme todo lo que necesitaban. De esas reuniones no hay una sola foto porque el compromiso era que no fueran públicas ni difundidas a la prensa, porque lo importante era escuchar a los familiares y no utilizar políticamente esos encuentros. No quisimos politizar la tragedia, como sí hicieron algunos sectores, manipulando y exacerbando el dolor de las víctimas.

Se dijo que era un problema de los inspectores. Sin embargo, no sólo no hubo ningún inspector sometido a proceso, sino que ese año, 2004, prácticamente no hubo ninguna denuncia de corrupción contra el área de inspecciones. Es que un año antes de la tragedia yo había echado a todos los “históricos” inspectores, al 100%, porque formaban parte, directa o indirectamente, de un sistema corrupto que era imposible cambiar de otra manera. Creamos un nuevo cuerpo de inspectores profesionales mediante un proceso transparente, que incluso publicamos en Internet, y es el que sirvió de base para las gestiones que vinieron luego. Tres meses antes de Cromagnon, clausuramos 52 boliches, 232 locales y labramos 1900 actas de infracción. Esto fue hasta celebrado en las tapas de los diarios y apoyado por dirigentes opositores. Pero la tragedia ocurrió a pesar de todo lo que hicimos. Es probable que hubiera podido hacerse más y mejor. Pero eso forma parte de los análisis y críticas, que debieron y deben hacerse siempre, pero no con el objetivo del aprovechamiento político y de un golpe institucional. También se dijo que fue un problema de habilitación. Primero, la habilitación había sido concedida por otro gobierno; pero, segundo, tenemos que ser claros: si hoy se disparan cientos de bengalas en el Ópera o el Gran Rex o en el lugar mejor habilitado, probablemente pase lo mismo. No existe en la ciudad de Buenos Aires una sola habilitación que permita disparar fuegos artificiales en un lugar cerrado ni que declare indemne un lugar cerrado frente al uso de pirotecnia en su interior. Y eso fue lo que sucedió, con la complicidad policial incentivada por la coima -que no cumplieron con sus obligaciones por dinero-, tal cual lo sentenciaron los jueces en la condena. Repito, ni un solo funcionario de la Ciudad fue condenado por coimas o corrupción y ni siquiera fueron acusados por los fiscales.

Sin embargo, la política y algunos medios hicieron que la tragedia de Cromagnon fuera asociada falsamente a la corrupción de los funcionarios porteños, para luego ir directo por la destitución del jefe de gobierno. Ése era y fue el verdadero objetivo.

Una de las grandes deudas que tenemos como sociedad es analizar sin prejuicios y sin mentiras todo lo que sucedió aquella noche trágica y poder decir toda la verdad sobre lo que pasó en Cromagnon.

Espero que luego de tantos años podamos hacer un análisis serio y profundo sobre las verdaderas causas que llevaron a la tragedia, esas causas que fueron ocultadas por intereses miserables.

Es hora de hacer ese análisis y esa reflexión que nunca hicimos. Es hora también de que la verdad sea dicha por todos, para que algo así nunca vuelva a suceder.

Aníbal Ibarra.”

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