El domingo 6 de marzo, Brian Romero de 25 años fue alcanzado por la gendarmería después de una persecución. La familia pide justicia ante otro caso de gatillo fácil. Por Adriana Vanoli.

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“Al Brian le tiraron de atrás, él no disparaba, él corria, yo lo ví”, dijo el nene, unos 10 años, al lado, otro de 7 con delantal blanco asentía con la cabeza. Estaban dentro de la canchita, donde están siempre, donde pasó Brian corriendo ese domingo a la mañana.

“¿Vos lo viste?”, dice Luisa, la abuela de Brian que busca en alguna respuesta la pieza del rompecabezas que la deje reconstruir esa mañana que ella no estaba para socorrerlo, y “arrancarselo a la mierda esa de la pasta base”. “Los pibitos, vieron todo porque ellos estaban acá ese domingo, los grandes no se meten, tienen miedo”.

Recorrimos el barrio. Nos mostró el lugar donde cayó Brian, su casa, las cuadras que corrió, el barrio cercano, donde se vende droga, y la parada policial justo en el acceso a ese barrio.

“Acá la gendarmería les pega mucho a los chicos, mucho, y por nada. Si Brian hizo algo, que me lo lleven preso, o lo juzguen, que le tiren a una pierna, pero que no me lo maten así”.

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El domingo 6 de marzo, alrededor de las 9 de la mañana, los vecinos le avisaron a Luisa que a Brian lo tenía la policía, “cuando llegue, estaba todo acurrucadito, pensé que me lo tenían preso, pero estaba muerto el chico, a media cuadra de su casa”.

Brian, luchaba contra su adicción al Paco, hacía un mes y medio que se congregaba en una Iglesia Evangélica, el Centro Cristiano Nueva Vida de Parque Patricios, se sentía confiado allí. Estaba acompañado de mujeres adultas, de madres y abuelas, como la suya. Siempre pedía oración por su familia, pero sobre todo por Luisa, su abuela.

Caminamos, Luisa va preguntando con los ojos y con los pasos apurados. Vuelve a mirar las veredas. Recorre otra vez el trayecto que Brian hizo escapando de la gendarmería. Pasamos por los pasillos Rodrigo Bueno y Ernesto Sábato: “Cuando lo alcé, estaba rodeado de los gendarmes, no me decían nada, mi hijo me ayudó a subirlo a la camioneta. En el hospital Piñeyro la doctora me dejó verlo. Ahí vi que tenía un tiro en la espalda y en el pecho”.

El gatillo fácil de cada barrio, comisarías o cárcel, suele ser una realidad desconocida para la mayoría de la población. No existen cifras oficiales del Ministerio de Seguridad sobre el tema. “El chequeo de diarios nacionales y provinciales e informes de otras organizaciones dice que entre 1983 y 2015 el total de muertos sumó 4644 casos”, dice la coordinadora contra la represión policial e institucional CORREPI que realiza informes a partir del contacto con los familiares o amigos de las víctimas.

El 45% por ciento se dieron en la Provincia de Buenos Aires, seguida por Santa Fe (12%), Córdoba (8%) y la Ciudad de Buenos Aires (7%). El 52% de las muertes corresponden a jóvenes de menos de 25 años.

En los últimos 12 años, 3070 personas fueron asesinadas por la represión estatal. Las policías provinciales, los servicios penitenciarios y la Policía Federal son los principales responsables, y la cifra representa el 65 por ciento del total de los casos de violencia institucional desde la vuelta de la democracia.

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Luisa iba todos los días a la parada del colectivo donde llegaba Brian a las 11 de la noche desde Villa del Parque. Trabajaba de limpieza en una escuela de 14 a 22.

Caminaban juntos las 6 cuadras que le separaban de sus casas. Ella ya tenía preparada la cena para los dos. Si él tenía otro turno, lo acompañaba a las 5 de la mañana, “para que no anden hablando y para que llegue temprano al trabajo, ¿sabés lo que cuesta encontrar un buen trabajo?”. Ahora, en ese horario, salgo a caminar, y camino, camino, para no pensar”. Dice que los primeros días, después de lo que pasó, se apuraba con la cena para tenerla lista para cuando llegue Brian, hasta que una vecina la hizo reaccionar.

“Era un pibe bueno”, dice esta abuela que le dio teta, lo crió y lo cuidó todo lo que pudo. “Decían que había robado, los pibitos lo vieron, venía corriendo sin nada. Solo tenía la sube y el recibo de sueldo en los bolsillos ”. La comisaria 36 no le tomó la denuncia a la familia.

“Pibes fusilados por la policía, donde los medios publican: muere abatido por la policía en un enfrentamiento donde las balas entran por la espalda o la nuca. Hay hechos de ‘aparentes casualidades’ con un punto en común en cuanto al encubrimiento tanto en el ámbito judicial como policial. En todos los casos, la característica sistemática es: una víctima joven perteneciente a una barriada pobre, y el ejecutor es un funcionario policial. Indudablemente, estamos hablando de una política del Estado con violación de los derechos humanos”, dice María Del Carmen Verdú, integrante de la CORREPI, al analizar su militancia anti represiva en una entrevista para El Federal.com.ar.

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Brian se encargó de pedir oración a las hermanas de la Iglesia, por su familia, pero sobre todo por su abuela. La de mirada dura que atraviesa las casas, las rejas y el puesto de los gendarmes, buscando respuestas y que, de a poco, va dando paso al cansancio y a la bronca triste de no haber podido defenderlo.

“El crimen organizado en la Argentina es dirigido, protagonizado y administrado por el aparato represivo oficial. Carmen Argibay (Ministra de la Corte Suprema de Justicia de la Nación) dijo que son ellos los que reclutan y gerencian el crimen del chiquitaje”, dice Verdú, de la Correpi.

Y como todo lo que se nombra se busca, el 8 de mayo en Argentina, es el Día Nacional contra la Violencia Institucional. Es en memoria de la Masacre de Budge ocurrida en 1987.

Oscar Aredes, de 19 años; Agustín Olivera, de 20, y Roberto Argañaraz, de 24, recibieron siete, doce y 10 balazos respectivamente, por parte de tres suboficiales mientras conversaban y tomaban cerveza en la esquina de Figueredo y Guaminí, en Ingeniero Budge. Allí surgió la expresión “gatillo fácil” para identificar un asesinato por parte de agentes de las fuerzas de seguridad.

Cuando Luisa llama a alguien y grita con voz ronca en los pasillos de su barrio, algo retumba en las entrañas de los gritos no escuchados, el de los pasillos, calabozos, esquinas perdidas y calles de tierra.  Librados en tiempo y espacio a toda desprotección.

Brian cumplía 25 años el 4 de abril.

Su abuela, seguramente, como el pidió, no estará sola.

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