El desfile por los 200 años de independencia trajo mucho de polémica y poco de festejo: Aldo Rico y ex militares que participaron del “Operativo Independencia” marcharon por las calles.

Rico

Este último domingo, miles de personas se acercaron desde el mediodía para ver el desfile de 17 bandas militares argentinas y de 11 naciones invitadas, que participaron de una parada militar que recorrió avenida del Libertador hasta el porteño Campo Argentino de Polo.

La vuelta de la institución militar al centro de la escena en los festejos vino de la mano de personajes y grupos poco “amigables” y oportunos: el ex líder carapintada Aldo Rico fue uno de ellos.

Más allá de que Rico efectivamente fue jefe de Comandos durante la guerra; su participación en la rebelión “carapintada” del año 1987 – el entonces coronel se encargó de ocupar la Escuela de Infantería de Campo de Mayo y también estuvo en Monte Caseros un año más tarde – durante la “transición democrática” en defensa de la impunidad de los militares de distintos grados que habían cometido crímenes de lesa humanidad durante la dictadura.

Aunque después en democracia, y esta vez de la mano del Parido Justicialista, ocupó cargos públicos – fue diputado por el MODÍN, intendente de San Miguel y titular del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires bajo el mandato de Carlos Ruckauf -, Rico parecía finalmente desterrado de la escena pública, con una legitimidad cuasi nula.

Operativo Independencia

“La forma en que me recibió el pueblo molestó a muchos. Yo estoy orgulloso de ser carapintada”, opinó Rico en un diálogo radial. “Yo fui jefe de una sublevación, que es un delito militar. Nunca atenté contra el orden constitucional”, aclaró.

“No soy un ex combatiente porque combato siempre. Yo soy un hombre libre, no necesito órdenes. La única que me manda es mi señora. No poseo grado ni empleo militar. Vine porque hacía mucho que no se desfilaba”, sentenció.

Otro de los “comandos” o “grupos” que sorprendieron en las calles fue el de la Asociación de Ex Combatientes que participó en el “Operativo Independencia”: durante su despliegue en 1975 y bajo el gobierno de Isabel Perón, el Ejército lo usó como teatro de ensayo de lo que vendría después a lo largo y ancho del país. Muertes, fusilamientos, secuestros, torturas, centros clandestinos y desapariciones: todo ello estuvo a la orden del día en el monte tucumano durante el tiempo que duró la operación militar.

Más allá de que el gobierno diga que “no sabía nada” del tema, la nueva visibilidad que se le dio a todos estos “personajes” plantea más dudas que certezas en torno a la continuidad de las políticas de derechos humanos que la alianza “Cambiemos” prometió no tocar y deja vislumbrar nuevas correlaciones de fuerza y corrimientos en el seno de la sociedad.

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