La cifra mortal sube año y año ante la pasividad de las autoridades europeas, la discriminación, el tráfico de personas y su explotación sistemática.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) informó que hasta el 13 de noviembre de 2016, 341.055 migrantes y refugiados entraron a Europa por vía marítima.
Los países “elegidos” para recibir el flujo de refugiados son dos: Grecia, que recibió a 170.553 personas, e Italia, que hizo lo propio con 164.868 personas.
Esto podría ser una “buena” noticia para las autoridades: a esta altura del 2015, la cantidad de refugiados que había tocado suelo europeo era de 728.926, por lo que las cifras son inferiores.
Sin embargo, lo que preocupa a las organizaciones de derechos humanos internacionales son la cantidad de personas que mueren en el periplo hacia Europa: las muertes crónicas del Mediterráneo.
Según la OIM, unos 4.636 refugiados fallecieron ahogados en lo que va del 2016, de los cuales tan sólo 546 perdieron la vida en las últimas semanas: el número es preocupante frente a los 3.777 que se contabilizaron en el mismo periodo del 2015.
Pese a la constante elaboración de protocolos, programas de ayuda y reuniones entre funcionarios, la Unión Europea (UE) no logra asir la magnitud de la problemática ni dar con una “solución” coherente e integral como empezar a revisar, por ejemplo, la política exterior de muchos de sus países miembro en Medio Oriente y África. Mientras tanto, las costas se seguirán llegando de cadáveres anónimos.
