En una columna en “La Nación”, el titular del Ministerio de Cultura apuntó contra las organizaciones por un párrafo incluido en su discurso del último 24 de marzo.

A menos de una semana de la masiva movilización por el “Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia”, el gobierno de Mauricio Macri busca dar algunos “coletazos” en la opinión pública para sostener la posición de las autoridades respecto al tema: la igualación de “los bandos” y la condena a los organismos de derechos humanos.

En esta oportunidad, Pablo Avelluto sostuvo que “volvimos al principio” debido a la “reivindicación” en el documento leído en conjunto durante el acto de la “militancia” en organizaciones político militares.

“El horror fue planificado desde el Estado. Nadie puede negar la dimensión de esos crímenes ni el número de víctimas, son 30.000 personas que el Estado hizo desaparecer por su militancia. (…) En esta Plaza, recordamos las luchas en los ingenios azucareros, las Ligas Agrarias, el Cordobazo, el Rosariazo y las comisiones internas en las fábricas, el movimiento sindical, estudiantil y popular, la militancia en las organizaciones del Peronismo Revolucionario: UES, Montoneros, FAP, Sacerdotes por el Tercer Mundo y FAL; la tradición guevarista del PRT, Ejército Revolucionario del Pueblo; y las tradiciones socialistas y comunistas: Partido Comunista, Vanguardia Comunista, PCR y PST; y tantos espacios en los que miles de compañeras y compañeros lucharon por una Patria justa, libre y solidaria. Nadie, y menos desde el Estado, puede poner en duda que ¡SON 30.000! Y en esta Plaza, y con todo el pueblo, ante la Casa de Gobierno, gritamos: ¡presentes, ahora y siempre!”, figura en el escrito luego publicado por las organizaciones.

Allí ancla el comentario del titular del Ministerio de Cultura de la Nación: “Con esta reivindicación comenzó el fin de un extenso ciclo de nuestra historia. Sólo los militares y sus propagandistas eran capaces de afirmar una herejía semejante: la valoración positiva por parte de las organizaciones defensoras de los derechos humanos de los grupos que practicaron y promovieron la lucha armada como un camino para la toma del poder”.

“Lo que nadie imaginó es que décadas más tarde escucharíamos a los organismos que nos enseñaron a defender los derechos humanos hacer una reivindicación explícita de la lucha armada como si se tratara de una herramienta legítima de acción política. Estaba en el reino de lo no dicho. (…)  Esto es lo que ha sido reivindicado el último 24 de marzo. Nunca se había dicho. Nunca de esa manera. No es algo menor y no debería pasar desapercibido”, esgrimió.

El párrafo leído durante el acto del 24 de marzo no es azaroso sino que reafirma las razones por las que desaparecieron a sus hijos, nietos, amigos o compañeros de vida: por su militancia. En ningún momento se hizo una oda a la violencia política; por el contrario, se reiteró como siempre que la justicia por mano propia nunca es el camino.

No obstante esto, es innegable que se debe profundizar la discusión sobre los métodos de algunas organizaciones que actuaron durante el período y que, de hecho, fueron “condenadas” por sectores y partidos de izquierda y del peronismo. Pero tampoco se puede desconocer que efectivamente esa discusión se da desde hace muchos años en la Argentina ni igualar indistintamente a los “desaparecidos” con los “guerrilleros” perdiendo el foco en torno al objetivo máximo de la dictadura militar: propagar el terror al conjunto de la sociedad argentina.

Con algo más de pluma y cintura política que algunos “caballitos de batalla” del oficialismo – leáse Lopérfido y Gómez Centurión – Avelluto termina por cometer un grave “error”: continuar equiparando prácticas radicalmente distintas y dejar entrever una “teoría de los dos demonios” maquillada entre apelaciones a la no violencia que, por legítimas, no dejan de ser espurias.

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