Discurso de aceptación del Premio Nobel

Cuando supe por primera vez que había sido merecedor de este Premio Nobel de Literatura, llegué a preguntarme exactamente cómo mis canciones se relacionaban con la literatura. Quería reflexionar sobre ello y ver dónde estaba la conexión. Voy a tratar de articular eso para ustedes. Y lo más probable es que lo presente de una manera indirecta, pero espero que aquello que digo valga la pena y tenga un propósito.

Si tuviera que volver al comienzo de todo, creo que tendría que empezar con Buddy Holly. Buddy murió cuando yo tenía alrededor de dieciocho años, él tenía veintidós. Desde el momento en que lo escuché por primera vez, me sentí emparentado. Me sentí vinculado, como si fuera un hermano mayor. Incluso pensé que me parecía a él. Buddy tocaba la música que yo amaba: la música con la que crecí: country western, rock’n’ roll y rythm and blues. Tres propuestas separadas de la música que entrelazó y fundió en un solo género. Una marca. Y Buddy escribía canciones –canciones que tenían bellas melodías y versos imaginativos. Y cantaba muy bien –cantaba más allá de unas cuantas voces. Él era el arquetipo. Todo lo que yo no era y que quería ser. Lo vi sólo una vez, y eso fue unos días antes de que partiera. Tuve que viajar cien millas para verlo tocar y no me decepcionó.

Era poderoso y electrizante y poseía una dominante presencia. Yo estaba a sólo seis pies de distancia. Estaba hipnotizando. Miraba su cara, sus manos, la forma en que marcaba el ritmo con el pie, sus grandes gafas negras, los ojos detrás de las gafas, la forma en que sostenía su guitarra, la forma en que se paraba, su traje elegante. Todo sobre él. Parecía mayor de veintidós años. Algo en él parecía permanente, y él me saturaba de convicción. Entonces, de repente, sucedió lo más extraño. Me miró directamente a los ojos y me transmitió algo. Algo que no sabría definir. Y me dio escalofríos.

Creo que fue uno o dos días después de eso que su avión cayó. Y alguien  –alguien a quien nunca antes había visto– me dio un disco del sello Leadbelly con la canción “Cottonfields” en él. Y ese disco cambió mi vida allí, en ese momento. Me transportó a un mundo que nunca había conocido. Fue como si se desatara una explosión. Como si hubiera estado caminando en la oscuridad y de repente la oscuridad se iluminase. Era como si alguien me pusiera las manos encima. Debo haber escuchado ese disco cien veces.

Era de un sello del cual nunca había oído hablar, con un folleto dentro con los anuncios para otros artistas con los que también trabajaban: Sonny Terry y Brownie McGhee, los New Lost City Ramblers, Jean Ritchie, bandas de cuerdas. Nunca había oído hablar de ninguno de ellos. Pero consideré que si trabajaban con el sello de Leadbelly, tenían que ser buenos, así que necesitaba escucharlos. Quería saberlo todo y tocar ese tipo de música. Todavía tenía una aprehensión por aquella música con la que había crecido, pero por ahora, intentaba olvidarla. Ni siquiera lo pensé. Por el momento, ya se había ido.

Aún no había dejado mi casa, pero no podía esperar para hacerlo. Quería aprender esta música y conocer a la gente que la tocaba. Eventualmente, me fui, y aprendí a tocar esas canciones. Eran diferentes de las canciones de la radio que escuchaba todo el tiempo. Eran más vibrantes y más parecidas a la vida. Con las canciones de la radio, un intérprete podría obtener un éxito con un golpe de dados o una buena mano de cartas, pero eso no importaba en el mundo del folk. Todo era un éxito. Todo lo que tenías que hacer era estar bien versado y ser capaz de tocar la melodía. Algunas de estas canciones eran fáciles, otras no. Yo tenía una afinidad natural para las antiguas baladas y para el country blues, pero todo lo demás lo tuve que aprender desde cero. Yo estaba tocando para las pequeñas multitudes, a veces no más de cuatro o cinco personas en una habitación o en una esquina de la calle. Había que tener un amplio repertorio, y tenías que saber qué tocar y cuándo. Algunas canciones eran íntimas, en algunas tenías que gritar para que te escucharan.

Al escuchar a todos los artistas folk en sus inicios y cantando las canciones tú mismo, retomas lo vernáculo. Lo internalizas. Lo cantas en el blues del ragtime, en las canciones de los trabajadores, en las chabolas marineras de Georgia, las baladas de los Apalaches y las canciones de los vaqueros. Escuchas todos los puntos más finos y aprendes los detalles.

Ya sabes de qué se trata. Sacando la pistola y poniéndola de vuelta en la guarda. Abriéndote camino a través del tráfico, hablando en la oscuridad. Sabes que Stagger Lee era un hombre malo y que Frankie era una buena chica. Sabes que Washington es una ciudad burguesa y has oído la profunda voz de Juan el Revelador y has visto el Titanic hundirse en un arroyo pantanoso. Y eres amigo del salvaje vagabundo irlandés y el salvaje muchacho colonial. Escuchas los amortiguados tambores y los pífanos que tocaban silenciosamente. Has visto al lujurioso Lord Donald pegarle una cuchillada a su esposa, y muchos de tus camaradas han sido envueltos en lino blanco.

Tenía todo lo vernáculo bien claro. Conocía la retórica. Nada de eso se me pasó por alto –los artefactos, las técnicas, los secretos, los misterios– y también conocía todos los caminos desiertos sobre los cuales se desplazaba. Podía conectarlo todo y hacer que se moviera con la corriente del día. Cuando empecé a escribir mis propias canciones, la jerga del folk era el único vocabulario que conocía, y yo lo usaba.

Pero también tenía algo más. Tenía principios y sensibilidades y una visión informada del mundo. Y los había tenido por un buen tiempo. Lo aprendí todo en la escuela primaria. Don Quijote, Ivanhoe, Robinson Crusoe, Los Viajes de Gulliver, Historia de Dos Ciudades, todo lo demás– lectura típica de la escuela secundaria que te daba una manera de ver la vida, una comprensión de la naturaleza humana y un estándar para medir las cosas. Me valí de todo ello cuando empecé a componer letras. Y los temas de esos libros quedaron insertos en muchas de mis canciones, ya sea de manera consciente o inconsciente. Quería escribir canciones distintas a cualquier cosa que alguien hubiera escuchado, y estos temas eran fundamentales.

Libros específicos que han permanecido conmigo desde que los leí hace años en la escuela secundaria –quiero contarles sobre tres de ellos: Moby Dick, Sin novedad en el frente y La Odisea.

*** 

Moby Dick es un libro fascinante, un libro que está lleno de escenas de alto drama y diálogos dramáticos. El libro te exige. La trama es sencilla. El misterioso Capitán Ahab –capitán de un barco llamado el Pequod– un egomaníaco con una pierna de palo que persigue a su némesis, la gran ballena blanca Moby Dick quien le arrebató su pierna. Y la persigue todo el camino desde el Atlántico, pasando alrededor de la punta de África, hacia el Océano Índico. Él persigue a la ballena por ambos lados de la tierra. Es un objetivo abstracto, nada concreto o definitivo. Llama a Moby “el emperador”, ve a la ballena como la encarnación del mal. Ahab tiene una esposa y un hijo en Nantucket, a los que recuerda de vez en cuando. Ustedes pueden anticipar lo que sucederá.

La tripulación del buque está conformada por hombres de diferentes razas,  cualquiera de ellos que aviste a la ballena recibirá la recompensa de una moneda de oro. Una gran cantidad de símbolos del zodíaco, la alegoría religiosa, los estereotipos. Ahab se encuentra con otros barcos balleneros, presiona a los capitanes para obtener detalles sobre Moby. ¿Lo han visto? Hay un profeta loco, Gabriel, en una de las embarcaciones, él predice el fracaso de Ahab. Dice que Moby es la encarnación de un dios, Shaker, y que cualquier trato con él conducirá al desastre. Dice esto al capitán Ahab. El capitán de otra embarcación, el Capitán Boomer, perdió un brazo contra Moby. Pero él lo tolera y está contento de haber sobrevivido. No puede comprender el deseo de venganza de Ahab.

Este libro cuenta cómo hombres diferentes reaccionan de diferentes maneras a la misma experiencia. Mucho del Antiguo Testamento, alegoría bíblica: Gabriel, Raquel, Jeroboam, Bildah, Elijah. Nombres paganos también: Tashtego, Frasco, Daggoo, Fleece, Starbuck, Stubb, Martha’s Vineyard. Los Paganos son adoradores de ídolos. Algunos adoran pequeñas figuras de cera, algunos figuras de madera. Algunos adoran el fuego. Pequod es el nombre de una tribu india.

Moby Dick es un cuento de mar. Uno de los hombres, el narrador, dice: “Llámenme Ismael”. Alguien le pregunta de dónde viene, y él dice: “No está en ningún mapa, los lugares verdaderos nunca lo están”. Stubb no da importancia a nada, dice que todo está predestinado. Ismael ha estado en un velero toda su vida. Llama a los veleros su Harvard y Yale. Mantiene su distancia con la gente.

Un tifón golpea al Pequod. El capitán Ahab piensa que es un buen presagio. Starbuck piensa que es un mal presagio, considera matar a Ahab. Tan pronto como la tormenta termina, un miembro de la tripulación cae del mástil del barco y se ahoga, prefigurando lo que está por venir. Un sacerdote cuáquero y pacifista, que en realidad es un despiadado hombre de negocios, le dice a Flask: “Algunos hombres que reciben lesiones son llevados hacia Dios, otros son llevados hacia la amargura.”

Todo está mezclado. Todos los mitos: la Biblia judeo-cristiana, los mitos hindúes, las leyendas británicas, San Jorge, Perseo, Hércules –todos ellos son balleneros. La mitología griega, el negocio sangriento de destazar una ballena. Muchos hechos en este libro, conocimientos geográficos, aceite de ballena –bueno para la coronación de la realeza– familias nobles en la industria ballenera. El aceite de ballena se usa para ungir a los reyes. Historia de la ballena, frenología, filosofía clásica, teorías pseudocientíficas, justificación de la discriminación –todo precipitado y prácticamente nada de ello en forma racional. Ilustres, corrientes, persiguiendo la ilusión, persiguiendo la muerte, la gran ballena blanca, blanca como el oso polar, blanca como un hombre blanco, el emperador, el némesis, la encarnación del mal. El capitán demente que en realidad perdió su pierna hace años tratando de atacar a Moby con un cuchillo.

Sólo vemos la superficie de las cosas. Podemos interpretar lo que subyace en cualquier forma que creamos conveniente. Los tripulantes caminan por la cubierta atentos a las sirenas, y tiburones y buitres siguen la nave. Leyendo cráneos y rostros como se lee un libro. Aquí hay una rostro. Lo pondré delante de ustedes. Léanlo si pueden.

Tashtego dice que murió y renació. Sus días extra son un regalo. No fue salvado por Cristo, sin embargo, dice que fue salvo por un compañero y un no cristiano, por cierto. Parodia la resurrección.

Cuando Starbuck le dice a Ahab que debe dejar lo pasado en el pasado, el capitán enojado le responde: “No me hables de blasfemia, hombre, golpearía el sol si me insultara”. Ahab, también, es un poeta de la elocuencia. Él dice: “El camino hacia mi fijo propósito está puesto con rieles de hierro sobre los cuales mi alma se monta para correr”. O estas líneas, “Todos los objetos visibles no son sino máscaras de cartón”. Frases poéticas que no pueden ser vencidas.

Finalmente, Ahab avista a Moby y los arpones se alistan. Los barcos se detienen. El arpón de Ahab ha sido bautizado en sangre. Moby ataca el barco de Ahab y lo destruye. Al día siguiente, vuelve a avistar a Moby. Los barcos se detienen de nuevo. Moby ataca de nuevo el barco de Ahab. Al tercer día, otro barco entra. Más alegoría religiosa. Se ha alzado. Moby ataca una vez más, golpeando al Pequod y hundiéndolo. Ahab se enreda en las líneas del arpón y es lanzado de su barco hacia una tumba marina.

Ismael sobrevive. Está en el mar flotando en un ataúd. Y eso es todo. Esa es toda la historia. Ese tema y todo lo que implica encontraría su camino en más de una de mis canciones.

***

Sin novedad en el frente fue otro libro que lo hizo. Sin novedad en el frente es una historia de horror. Es un libro donde pierdes tu infancia, tu fe en un mundo significativo y tu preocupación por los individuos. Estás atrapado en una pesadilla. Sumergido en un misterioso remolino de muerte y dolor. Te estás defendiendo de la eliminación. Estás siendo borrado de la faz del mapa. Había una vez un joven inocente con grandes sueños de ser pianista de concierto. Una vez amaste la vida y el mundo, ahora estás despedazándolo a disparos.

Día tras día, las avispas te muerden y los gusanos recorren tu sangre. Eres un animal acorralado. No encajas en ninguna parte. La lluvia que cae es monótona. Hay interminables asaltos, gas venenoso, gas nervioso, morfina, ríos ardientes de gasolina, escasez y rapiña de alimentos, gripe, tifus, disentería. La vida se está derrumbando a tu alrededor, y las balas pasan silbando. Esta es la región más inferior del infierno. Barro, alambre de púas, trincheras llenas de ratas, ratas comiendo intestinos de hombres muertos, trincheras llenas de suciedad y excrementos. Alguien grita: “Oye, tú ahí. Ponte de pie y pelea”.

¿Quién sabe cuánto tiempo durará el desastre? La guerra no tiene límites. Estás siendo aniquilado y esa pierna tuya sangra demasiado. Ayer mataste a un hombre y hablaste con su cadáver. Le dijiste que después de que esto haya terminado, pasarás el resto de tu vida cuidando a su familia. ¿Quién se beneficia aquí? Los líderes y los generales ganan fama, muchos otros se benefician financieramente. Pero tú haces el trabajo sucio. Uno de tus camaradas dice: “Espera, ¿a dónde vas?” Y tú dices: “Déjame en paz, vuelvo en un minuto”. Entonces sales a dar un recorrido por los bosques de la muerte, cazando un trozo de salchicha. No puedes comprender el cómo nadie en la vida civil tiene ningún tipo de propósito en absoluto. Todas sus preocupaciones, todos sus deseos –no puedes comprenderlo.

Suenan más ametralladoras, más partes de cuerpos cuelgan de los alambres, más piezas de brazos y piernas y cráneos donde en los dientes las mariposas se posan, heridas más espantosas, pus saliendo de cada poro, heridas de pulmón, heridas demasiado grandes para el cuerpo, cadáveres que revientan con el gas y cuerpos muertos haciendo arcadas de vómito. La muerte está en todas partes. Nada más es posible. Alguien te matará y usará tu cadáver para practicar su puntería. Las botas, también. Son tu posesión más preciada. Pero pronto estarán en los pies de otra persona.

Hay franceses que atraviesan los árboles. Bastardos despiadados. Se te están acabando las balas. “No es justo que regresen tan pronto”, dices. Uno de tus camaradas está tendido sobre la tierra, y quieres llevarlo al hospital de campaña. Alguien más dice: “Podrías ahorrarte un viaje”. “¿Qué quieres decir?” “Dale la vuelta, verás lo que quiero decir.”

Esperas para oír las noticias. No entiendes por qué la guerra no ha terminado. El ejército depende tanto de las tropas de reemplazo que están reclutando a muchachos que son de poco uso militar, pero los están reclutando de todos modos porque se están quedando sin hombres. La enfermedad y la humillación han roto tu corazón. Has sido traicionado por tus padres, tus maestros de escuela, tus ministros, e incluso tu propio gobierno.

El general que fumaba lentamente su cigarro te traicionó también –te convirtió en un ladrón y un asesino. Si pudieras, le pondrías una bala en la cara. El comandante también. Fantaseas con que, si tuvieras el dinero, pondrías una recompensa para cualquier hombre que tomara la vida del comandante por cualquier medio necesario. Y si perdiera su vida haciéndolo, entonces darías el dinero a sus herederos. El coronel también, con su caviar y su café –es otro. Pasa todo su tiempo en el burdel de los oficiales. También te gustaría verlo muerto. Más Tommies y Johnnies a mi cuenta, amigo, y un whisky en jarra. Matarás a veinte de ellos y otros veinte saldrán en su lugar. Es una peste en las fosas nasales.

Has llegado a despreciar a esa generación más vieja que te envió a esta locura, a esta cámara de tortura. A tu alrededor, tus camaradas están muriendo. Muriendo de heridas abdominales, amputaciones dobles, caderas destrozadas, y piensas: “Tengo sólo veinte años, pero soy capaz de matar a cualquiera, incluso a mi padre si se me acercase”.

Ayer, trataste de salvar a un perro mensajero herido, y alguien gritó: “No seas tonto”. Un francés está atragantándose a tus pies. Le asestaste una daga en el estómago, pero el hombre todavía vive. Sabes que deberías terminar el trabajo, pero no puedes. Estás en la verdadera cruz de hierro, y un soldado romano coloca una esponja de vinagre sobre tus labios.

Pasan los meses. Te vas a casa con licencia. No puedes comunicarte con tu padre. Él dijo: “Eres un cobarde si no te enlistas”. Tu madre, también, en el umbral de la puerta, dice: “Mucho cuidado con las chicas francesas”. Más locura. Peleas  por una semana o un mes, y ganas diez yardas. Y luego el próximo mes te las arrebatan.

Toda esa cultura de miles de años, esa filosofía, esa sabiduría –Platón, Aristóteles, Sócrates– ¿qué le sucedió? Debieron de haber previsto esto. Tus pensamientos vuelven a casa. Y de nuevo eres un colegial que camina entre los altos álamos. Es un recuerdo agradable. Más bombas cayendo sobre ti desde dirigibles. Tienes que hacerlo ahora. Ni siquiera puedes mirar a nadie porque temes que un error de cálculo pueda suceder. La tumba común. No hay otras posibilidades.

Luego te percatas de las flores del cerezo, y ves que la naturaleza no es afectada por todo esto. Los álamos, las mariposas rojas, la belleza frágil de las flores, el sol –se nota cómo la naturaleza es indiferente a todo. Toda la violencia y el sufrimiento de toda la humanidad. La naturaleza ni siquiera lo nota.

Estás tan solo. Entonces un pedazo de metralla golpea el costado de su cabeza y estás muerto.

Has sido descartado, eliminado. Has sido exterminado. Dejé este libro y lo cerré. Nunca quise volver a leer otra novela de guerra, y nunca lo hice.

Charlie Poole de Carolina del Norte tenía una canción vinculada con todo esto. Se llama “You Ain´t Talkin’ to Me” (“Tú no hablas conmigo”), y la letra va así:

I saw a sign in a window walking up town one day.

Join the army, see the world is what it had to say.

You’ll see exciting places with a jolly crew,

You’ll meet interesting people, and learn to kill them too.

Oh you ain’t talkin’ to me, you ain’t talking to me.

I may be crazy and all that, but I got good sense you see.

You ain’t talkin’ to me, you ain’t talkin’ to me.

Killin’ with a gun don’t sound like fun.

You ain’t talkin’ to me.

***

La Odisea es un gran libro cuyos temas han quedado insertos en las baladas de muchos compositores: “Homeward Bound”, “Green, Green Grass of Home”, “Home on the Range” y en mis canciones también.

La Odisea es una extraña historia de aventuras sobre un hombre adulto tratando de llegar a casa después de luchar en una guerra. Está en ese largo viaje a casa, lleno de trampas y engaños. Ha sido condenado a vagar. Siempre es llevado hacia el mar, siempre viendo a la muerte de cerca. Grandes trozos de rocas hacen oscilar su bote. Ha hecho enojar a la gente que no debería. Hay gente conflictiva entre su tripulación. Traición. Sus hombres se convierten en cerdos y luego se convierten en hombres más jóvenes y guapos. Siempre está tratando de rescatar a alguien. Es un hombre viajero, pero está haciendo muchas paradas.

Está varado en una isla desierta. Encuentra cuevas desiertas y se esconde en ellas. Se encuentra con gigantes que dicen: “Te comeré al último “. Y se escapa de los gigantes. Está tratando de regresar a casa, pero es lanzado y revolcado por los vientos. Vientos intranquilos, vientos fríos, vientos hostiles. Viaja lejos, sólo para ser devuelto por el viento.

Siempre está siendo advertido de las cosas por venir. Tocando aquello que se le había dicho no tocase. Hay dos caminos por recorrer, y ambos son malos. Ambos peligrosos. En uno el ahogamiento, en el otro la inanición. Entra en los estrechos con espumosos remolinos que lo engullen. Se reúne con monstruos de seis cabezas con colmillos afilados. Los rayos lo azotan. Se afianza de ramas sobresalientes para salvarse de un río furioso. Diosas y dioses, unos lo protegen, otros quieren matarlo. Cambia de identidad. Está agotado. Duerme y se despierta con el sonido de la risa. Cuenta su historia a extraños. Han pasado veinte años. Lo llevaron a algún lugar y se fue de allí. Han colocado drogas en su vino. Ha sido un arduo camino a recorrer.

De muchas maneras, algunas de estas mismas cosas te han pasado. En tu vino también han deslizado algunas drogas. Tú también has compartido una cama con la mujer equivocada. También has sido hechizado por voces mágicas, voces dulces con melodías extrañas. Tú también has llegado lejos y te ha devuelto fuertemente el viento. Y también has mirado de cerca de la muerte. Te has enojado con la gente que no deberías. Y has también vagado por todo este país. Y también has sentido aquel viento enfermo, el que que trae ningún bien. Y esto no es todo.

Cuando vuelve a casa, las cosas no son mejores. Los parias se han mudado a su casa y se están aprovechando de la hospitalidad de su esposa. Y hay demasiados. Y aunque es más grande que todos y el mejor en todo –mejor carpintero, mejor cazador, mejor experto en animales, mejor marino– su coraje no lo salvará, pero sí su astucia.

Todos estos rezagados tendrán que pagar por profanar su palacio. Se disfrazará como un mendigo sucio, un criado lo patea con arrogancia y estupidez, haciéndolo rodar por los escalones. La arrogancia del siervo le repugna, pero controla su ira. Él es uno contra cien, pero todos caerán, incluso los más fuertes. No era nadie. Y cuando todo está dicho y hecho, cuando finalmente está en casa, se sienta con su esposa, y le cuenta las historias.

***

Entonces, ¿qué significa todo esto? Yo y muchos otros compositores hemos sido influenciados por estos mismos temas. Y pueden significar muchas cosas diferentes. Si una canción te mueve, eso es todo lo que importa. No tengo que saber lo que significa una canción. He escrito todo tipo de cosas en mis canciones. Y no voy a preocuparme por eso –por todo lo que significan. Cuando Melville puso todo su antiguo testamento, referencias bíblicas, teorías científicas, doctrinas protestantes y todo ese conocimiento del mar y de los veleros y las ballenas en una sola historia, no creo que él tampoco se hubiera preocupado –por todo lo que significa.

Así mismo, John Donne, el poeta y sacerdote que vivió en tiempos de Shakespeare, escribió estas palabras: “El Sestos y Abydos de sus pechos. No de dos amantes, sino de dos amores, los nidos”. Tampoco sé qué significa. Pero suena bien. Y uno quiere que sus canciones suenen bien.

Cuando Odiseo en La Odisea visita al famoso guerrero Aquiles en el inframundo –Aquiles, que intercambió una larga vida llena de paz y tranquilidad por una breve llena de honor y gloria– le dice a Odiseo que todo fue un error. “Acabo de morir, eso es todo.” No había honor. Ninguna inmortalidad. Y que si pudiera, elegiría regresar y ser el humilde esclavo de un arrendatario en la Tierra, en lugar de ser lo que es –un rey en la tierra de los muertos– que cualesquiera que fueran sus luchas en la vida, eran preferibles a estar aquí en este lugar muerto.

Eso es lo que son las canciones también. Nuestras canciones están vivas en la tierra de los vivos. Pero las canciones son diferentes a la literatura. Están destinadas a ser cantadas, no leídas. Las palabras en las obras de Shakespeare estaban destinadas a ser representadas en el escenario. Justo como las letras en las canciones están destinadas a ser cantadas, no leídas sobre una página. Y espero que algunos de ustedes tengan la oportunidad de escuchar estas letras de la forma en que fueron pensadas para ser escuchadas: en concierto o en un disco o como sea que la gente escucha las canciones hoy en día. Regreso otra vez a Homero, quien dice: “Canta en mí, oh Musa, y a través de mí cuenta la historia”.

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