No son tiempos fáciles y el fútbol suele ser un fiel reflejo de los “momentos” sociales: este último fin de semana, los “ultras” del equipo italiano Lazio distribuyeron propaganda antisemita para atacar a su eterno enemigo, la Roma.

¿Qué hicieron? Utilizaron pegatinas de Ana Frank, “víctima emblemática” del genocidio nazi, luciendo la camiseta roja del rival: las autoridades del fútbol en Italia y los Carabinieri abrieron investigaciones en torno lo ocurrido.

Las calcomanías y calumnias antisemitas se encontraron pegadas en barreras de vidrio, paredes y baños de una sección del Estadio Olímpico de Roma: tal cual afirma el periodista Ezequiel Fernández Moores en su columna, para “Los Irreductibles”, los de la Roma “son judíos”.

En otras oportunidades mostraron banderas diciendo que Auschwitz, el campo de concentración y exterminio, “era su país” y “los hornos, su lugar“.

“Esto no es fútbol, ​​no es deporte. Fuera los antisemitas de los estadios”, señaló, en twitter, Ruth Dureghello, directora de la comunidad judía de Roma.

Para intentar “frenar” esta escalada, el club se comprometió a llevar a doscientos jóvenes hinchas por año al campo ícono de la violencia nazi.

Aunque la medida constituye un “buen gesto” de la dirigencia del Lazio, lejos está de ser la solución: la misma está lejos de pasar por un evento deportivo. Las autoridades todavía miran para otro lado. El fascismo italiano reverdece entre la xenofobia y el rechazo a la inmigración que “acecha” desde las barcazas y botes que intentan cruzar el Mar Mediterráneo. El cóctel está listo para ser servido.

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