A poco más de una semana de la muerte de la legisladora porteña y periodista, las dudas en torno a las causas de su deceso siguen resonando en la cabeza de los familiares, amigos y gente querida.

Según la “versión oficial” del Sanatorio de la Trinidad, a los cinco minutos de iniciado el estudio, la anestesista detectó una caída brusca en la saturación de oxígeno y se suspendió el procedimiento: allí Débora Pérez Volpin sufrió un paro cardiorespiratorio y no pudo ser reanimada.

Sin embargo, la versión esgrimida por los directores médicos de la clínica no conformó a la familia y, por ello, se abrió una causa judicial en el Juzgado Criminal y Correccional N° 57.

Tras dos allanamientos, los investigadores secuestraron el endoscopio que se utilizó, el CPU, dos sondas e información médica: constataron que no se habían grabado las imágenes durante el estudio.

El pedido de la familia de “respeto” y la aclaración de que querían saber qué pasó pero que no los movía la venganza se quebró luego de la salida de una “versión extraoficial” del hospital en que indicaban que la conductora televisiva padecía “hepatitis” y de que los abogados de los profesionales implicados aseguraron que “no hubo errores” en el procedimiento.

Lo que se sabe fehacientemente hasta hora son los datos que arrojó la autopsia: había dos perforaciones, una en el esófago y otra en el estómago.

Todo indica que “la perforación del esófago habría ocasionado que el aire insuflado para realizar el procedimiento, haya pasado al tórax, lo que habría producido un neumotórax que le habría causado la muerte”. Aunque los abogados de la familia son cautos, deslizaron que lo más probable es que la periodista haya muerte como consecuencia de una mala praxis. Sin embargo, todavía falta que corra mucha agua debajo del puente para que se esclarezca realmente con la causa del fallecimiento.

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