El ex mandatario y líder del Partido de los Trabajadores (PT) fue llevado por agentes policiales a la comisaría para declarar en la causa.

Lula

Tras allanar su domicilio, Lula Da Silva fue trasladado por las fuerzas de seguridad a una dependencia policial para declarar en la fase 24 de la “Operación Lava Jato”.

Su indagatoria busca continuar con las investigaciones de delitos de corrupción y lavado de dinero practicados por diversas personas – autoridades gubernamentales, empresas privadas – en el contexto de la trama criminal revelada y relacionada con Petrobras, una de las petroleras más grandes del mundo.

Según la policía, alrededor de 200 agentes y 30 inspectores de la Secretaría de Ingresos Federales se dedicaron a cumplir 44 órdenes judiciales, de las cuales 33 son de “búsqueda e incautación” y 11 de “conducción coercitiva”. El magistrado que lleva el caso es el juez federal de Curitiba, Sérgio Moro.

“Además de líder partidario, era el responsable final por la decisión de quiénes serían los directores de Petrobras y fue uno de los principales beneficiarios de los delitos. De hecho surgieron evidencias de que los crímenes lo enriquecieron y financiaron campañas electorales y la caja de su agrupación política”, aseveraron desde el Ministerio Público Federal (MPF).

Lula

“Si el juez Sergio Moro o la Fiscalía querían escucharme, tan sólo necesitaban mandarme un oficio, porque yo nunca me negué a prestar declaraciones. Me sentí un prisionero”, aseguró Lula en conferencia de prensa luego de declarar.

“Mi indignación es el hecho de que a las 6 de la mañana llegaron varios delegados, por cierto, muy amables, disculpándose y diciendo que estaban cumpliendo una orden, y esa orden fue del juez Moro. Hoy en día, ser amigo de Lula se volvió algo peligroso; era necesario criminalizar al PT”, remató.

En el caso de corrupción por el que es investigado el ex mandatario hay, además, otros condimentos que lo hacen central para la vida política brasileña.

Con un PT jaqueado por la crisis económica y las malas administraciones y Dilma Rousseff caminando por la cornisa, la imagen de Lula Da Silva es de las pocas que aún quedan en pie para una supuesta candidatura “fuerte” en las elecciones presidenciales de 2018.

Aunque la vinculación en la causa ya le ha restado algunos puntos para la opinión pública, una virtual condena por haber recibido coimas millonarias sería prácticamente el punto final de su carrera política y, tal vez, también el de su partido.

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