? Foto: Eduardo Longoni

La Conferencia Episcopal Argentina (CEA) y el Vaticano confirmaron que se terminó con los trabajos de digitalización de los archivos.

Dictadura

“En general se trata de cartas que se recibían y contestaban solicitando conocer el paradero de detenidos desaparecidos o alguna gestión en ese sentido. También hay recortes de periódicos de la época”, explicaron desde la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).

A través de un comunicado, destacaron que se terminó “el proceso de organización y digitalización del material de archivo” del período correspondiente a la dictadura cívico militar (1976-1983). Los mismos habían sido conservados en los archivos de Episcopado argentino, la Secretaría de Estado de la Santa Sede y de la Nunciatura Apostólica en Buenos Aires.

“Podrán acceder a la consulta de los documentos referidos las víctimas y familiares directos de los desaparecidos y detenidos y, en el caso de religiosos o eclesiásticos, también sus superiores mayores”, apuntaron desde el Episcopado. “Este trabajo se ha desarrollado teniendo como premisa el servicio a la verdad, a la justicia y a la paz, continuando con el diálogo abierto a la cultura del encuentro en el pueblo argentino”, concluyeron.

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Pruebas de la complicidad de la jerarquía eclesiástica con los militares hay de sobra. Para sólo citar un ejemplo, en 1976, Angela “Lita” Paolín de Boitano, presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, fue a ver a Monseñor Emilio Grasselli algunos días después de la desaparición de su hijo Miguel Ángel. En su búsqueda, antes había hablado con el capellán del Departamento de Policía – lugar donde estuvo secuestrado – quien le dijo que “seguro se fue con una chica”.

Un mes después, Graselli la llamó. “Cuando volví, me preguntó:  ‘¿En qué libro estará su hijo, en el de los vivos o en el de los muertos? Le diría que no lo busque más’, me dijo.”.

Entre los diversos organismos de derechos humanos la noticia fue bien recibida: muchos esperan que algunos de estos archivos ayuden a desentrañar aún más la maraña de complicidades – especialmente las eclesiásticas – para con las Fuerzas Armadas en el aniquilamiento y genocidio perpetrado.

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