Los grandes cruceros, las calles atestadas de visitantes, los locales de comida rápida y las puestas en escena han alejado la visión de una Venecia bohemia, embebida de arte y teatro. Por año, 28 millones de turistas inundan la ciudad.

A principios de julio, 2.000 venecianos marcharon contra una de las industrias que, literalmente, “mueve al mundo” y poco a poco, ha ido destruyendo su entorno: entre las demandas, apuntan que el nuevo status de su lugar natal ha erosionado su calidad de vida, daña el medioambiente y echa a sus pobladores.

Desde la segunda guerra mundial hasta aquí, Venecia no ha hecho más que perder residentes: de 175.000 personas que vivían ahí sólo quedan 55.000 y el número sigue decayendo.

“Aproximadamente 2.000 personas abandonan la ciudad cada año. Si seguimos así, en poco tiempo Venecia sólo estará ocupada por turistas. Sería un desastre social, antropológico e historico”, asevera Carlo Beltrame, uno de los organizadores de la protesta e investigador de la Universidad Ca’Foscari a “The Guardian”.

“Vivir acá solía ser hermoso, estaba lleno de artesanos. El problema ahora es el turismo masivo, la gente que viene por algunas horas y no ve nada. Es una pesadilla”, acota Luciano Bortot.

Pero las críticas no son sólo para con los extranjeros. Michelangelo Adamo, oriundo de la ciudad, también reflexiona sobre cómo le ha cambiado para peor la vida a los locales, modificando sus rutinas y su forma de ser: “Los venecianos ya no están orgullosos de ser de aquí, al menos no como lo estaban nuestros ancestros. Ya no les interesa el arte o la cultura, manejan yates y comen comida chatarra, se parece más a Miami Beach”.

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