Las declaraciones del ministro norcoreano de Exteriores, Ri Yong-ho, escalaron un poco más la tensión y el medio de que se desate una nueva guerra.

El funcionario de Kim Jong-Un aseguró que su país se reserva “el derecho a derribar bombarderos estratégicos estadounidenses aunque no estén dentro del espacio aéreo” de Corea del Norte. Como si esto fuera poco, acusó a Donald Trump de haber “declarado la guerra” en la última Asamblea General de la ONU.

Rápidamente desde la Casa Blanca salieron a tratar de bajarle el tono a sus dichos: “No hemos declarado la guerra a Corea del Norte, y francamente, sugerir eso es absurdo”, señaló ante la prensa Sarah Sanders, vocera del gobierno estadounidense.

Sobre la posibilidad de que Pyongyang ataque a los aviones norteamericanos, agregó: “Nunca es apropiado que un país dispare contra las aeronaves de otro país cuando se encuentran sobre aguas internacionales”.

Por último, y tras recalcar que la idea no es iniciar un conflicto bélico, Sanders recordó que el objetivo de los Estados Unidos sigue siendo la “desnuclearización” de Corea del Norte.

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