Un saber/hacer desaparecedor que en Tucumán tiene echadas largas raíces volvió a emerger y cobrar visibilidad a mediados de mayo: Luis Armando Espinoza, un trabajador rural de 31 años que fue atacado junto a su hermano por policías de la comisaría de Monteagudo, estuvo una semana desaparecido hasta que su cuerpo sin vida fue encontrado en un barranco.

El jefe de esa dependencia policial presionó a sus subordinados para arrojarlo en La Banderita, límite con Catamarca: si no fuera porque se quebró el pacto de silencio dentro de las propias fuerzas de seguridad, su suerte hubiera sido la misma que la de muchos otros.

En los últimos días, los peritos científicos provinciales comprobaron que el proyectil que lo mató salió del arma del oficial auxiliar José Morales: el modelo es una Jericho calibre 9 que sólo utilizan efectivos con rango de oficiales.

También confirmaron que Luis Espinoza murió en el mismo lugar donde fue baleado y unos minutos después del ataque.

? Ahora, la abogada de la familia adelantó que se cambiará la imputación de los ocho policías detenidos por el crimen: enfrentarán el cargo de “homicidio doblemente agravado”, que puede suponer la pena máxima de prisión perpetua

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