Cuando el 14 de julio del 2016 un camión embistió a cientos de personas que se encontraban festejando el día de la Toma de la Bastilla en Niza pocos pensaron que esa sería la nueva modalidad que asumirían los “ataques terroristas” en suelo europeo de allí en más.

Jaqueados por las agencias de inteligencia, los controles y las fuerzas de seguridad, los atacantes han dado un paso más a la hora de infundir terror: utilizar elementos de la vida cotidiana, tan simples como un auto o un camión, para asesinar.

En esa primera oportunidad, con el mar azulado de fondo, Mohamed Lahouaiej Bouhlel asesinó a 84 personas e hirió a cientos. Sería el puntapié inicial de un “modus operandi” que desembocó en este 7 de abril trágico para Estocolmo:

El foco se trasladó un tiempo después a Berlín: en diciembre de 2016, en el barrio de Charlottenburg, un camión embistió contra el mercado de navidad Breitscheidplatz dejando 12 muertos y decenas de heridos, algunos de gravedad.

Marzo de 2017 fue el turno de Londres, la multicultural capital británica: un hombre atropelló con un auto a varios peatones que circulaban por el Puente de Westminster y luego atacó a cuchillazos a un policía.

Khalid Masood era el nombre del perpetrador del atentado, de 52 años de edad y nacido en Kent, Inglaterra: su desenfreno terminó con la vida de cinco personas, incluyendo la suya. Andreea Cristea, la turista rumana de 31 años de edad que cayó al Támesis al saltar del puente, falleció este último jueves tras dos semanas de agonía.

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